sábado, 24 de febrero de 2007

JEAN RENOIR

Mi vida, mi cine. Jean Renoir. Akal Ediciones

Uno de los mejores libros de cine que se han escrito nunca. Os propongo un resumen:

El cine

En mi opinión, el cine no es más que una nueva manera de imprimir. Es una muestra de la transformación total del mundo por el conocimiento. Louis Lumière es un nuevo Gutenberg.


“¿Es el cine un arte?” Y yo contesto: “¿Qué más da?” Uno puede hacer películas o dedicarse a la jardinería. Las dos cosas son arte, con el mismo derecho que un poema de Verlaine, o un cuadro de Delacroix. Si las películas son buenas, o el jardín está bien cuidado, se está practicando el arte de la jardinería o el arte del cine: los autores de ambas actividades son artistas... El arte no es el oficio, sino la manera de ejercerlo. También es la manera de ejercer cualquier actividad humana. Les propongo una definición de arte: el arte es el “hacer”. El arte poético es el arte de hacer poesías. El arte de amar es el arte de hacer el amor.


Disfraces
Cada ser humano es un poco actor. Nos gusta presentarle al mundo una versión mejorada de nosotros mismos. Para los norteamericanos, este deseo tan natural se lleva hasta el camuflaje. Te los puedes encontrar en un hotel de burgueses disfrazados de sheriffs y forajidos.
En nuestros días, un espectáculo semejante no es raro en Europa: el progreso no se detiene.

El gusto por el disfraz predispone a los norteamericanos al oficio de actor. Son comediantes natos.

En arquitectura, el gusto por el maquillaje llega a ser delirante.

Actores
Amo a los actores. Los considero como los héroes y los mártires de su profesión. El ejercicio de ese oficio hace imposible una existencia normal... Si no tienen éxito, la razón de la desesperación es evidente. Pero a veces, con éxito, la desesperación también hace acto de presencia, quizá por la sensación de no ser tratados como seres humanos, sino como objetos... Esta inestabilidad hace a veces de las estrellas seres odiosos... Aconsejo a todo aprendiz de director que sea actor durante algún tiempo. Eso le permitirá comprender que, tras esa actitud insoportable, se disimula una angustia trágica. La confrontación, ya sea con el público, ya sea con la maquinaria de las tomas, es terrible. Está sobre todo el objetivo, esa maldita lente que nos juzga como lo haría un ojo desprovisto de humanidad. No es extraño que al salir de esa prueba el actor tienda a mostrarse intratable.

Sólo desconfío de las vedettes porque, al igual que los patos, tienen un plumaje impermeable. Les echas encima grandes cubos de agua y salen de la prueba completamente secas.

Mi conocimiento de actores de todo el mundo ha reafirmado mi creencia en un mundo dividido horizontalmente: igual que los carpinteros o los veterinarios, los actores son los mismos en todos los países.

"Buen gusto"
Un dios falso que sobrevive con toda su fuerza es lo que la gene llama “el buen gusto”, que no es más que el gusto por lo mediocre. En nombre del buen gusto, la sociedad asesina toda iniciativa que se salga de lo corriente... El público, alimentado de mentiras, mantiene sus costumbres, y se complace en la falsedad de un mundo que le han fabricado.

El verdadero gusto del público, no lo conoce nadie, y seguirá siendo siempre un enigma. De conocerse, el oficio sería demasiado cómodo.

Repito, y repetiré con frecuencia, que los empresarios creen conocer el gusto del público, aunque en realidad no tienen ni idea. Al menos no tienen más idea que yo. El malentendido se produjo porque la mayoría de la gente cree que lo que se vende es una historia, cuando en realidad lo que se vende es la personalidad del autor y de los actores.

La originalidad y el éxito son, a mi parecer, dos elementos extraños entre sí. Creo, sin embargo, que la originalidad acabará por aparecer a despecho de las apariencias, y que la gloria fácil será rápidamente olvidada. La verdadera gloria es casi siempre póstuma.

Realismo
El espectáculo de la vida es mil veces más enriquecedor que las más seductoras invenciones de nuestra mente.

Personalmente, yo sigo siendo un hombre del siglo XIX y necesito la observación como punto de partida.

Para un director que se tome la molestia de observar, todos los elementos de nuestra vida tienen un lado mágico... Ahora creo entender mejor la naturaleza de las relaciones entre el autor y el público. Éste último le reconoce al primero haberle desvelado que la escalera de su casa puede conducirle a veces al castillo de la Bella Durmiente del bosque.

Se puede ser inverosímil pero real; además, la verdad es casi siempre inverosímil.

Alguna vez he aspirado: No hay relato, ni principio ni fin. Es como si se hubiera recortado un fragmento de la vida de un grupo humano sin pretender hacer de él una historia. El marco es lo que limita las dimensiones del tema.

Perfección
Sin lugar a dudas, atribuyo el origen de la ola de aburrimiento que inunda el mundo moderno a la monotonía del decorado perfecto en el que nos movemos. Lo que nos salva en el cine es que con un poco de paciencia, incluso de amor, rascando los maquillajes convencionales, trastocando las iluminaciones habituales, se puede llegar a ese ser deliciosamente complicado que es el hombre.

Se trata de existir antes de pensar: hay que mancharse las manos en la materia antes de penetrar en el ámbito del espíritu. El conocimiento técnico sólo ofrece una ventaja: la de provocar la búsqueda. Ahora bien, sólo la búsqueda es creación.

La forma
En un cuadro magnífico, lo importante es la sinfonía equilibrada de colores y formas. Lo que significa es secundario. Lo importante es que el autor se haya expresado completamente, que se haya entregado al tema en una especie de exaltación... Ocurre en el arte como en la vida. Nos gusta una historia porque nos gusta el que la cuenta. La misma historia, contada por otro, no ofrece ningún interés. André Gide resume esto es dos palabras: “En el arte, lo único que cuenta es la forma”.

El sonido
Creo que el “diálogo”, pero no es más que una parte del “sonido”. Para mí, un suspiro, el chirrido de una puerta, unos pasos en la calle, pueden ser tan elocuentes como un diálogo.

Profeso una religión que aboga por la autenticidad del sonido. Considero el doblaje, es decir, añadir el sonido después de filmar, una infamia. Si viviéramos en el siglo XII, periodo altamente civilizado, los partidarios del doblaje serían quemados en la plaza pública por herejía. El doblaje equivale a creer en la dualidad del alma.

Creo en el diálogo, no como un medio de explicar la situación, sino como parte integrante de la escena... La mayor parte de los diálogos cinematográficos parecen añadidos para dar más claridad al tema. Es una concepción falsa. El diálogo forma cuerpo con el tema y revela al individuo. El verdadero tema es el individuo, es ese individuo a quien el diálogo, la imagen, la situación, el decorado, la temperatura y la iluminación contribuyen a revelar. El mundo es un todo.

La guerra
Las guerras destruyen en pocos meses lo que una cultura, lentamente absorbida, ha tardado siglos en construir. “No matarás” es un mandamiento respetado, en principio, por todos. En cuanto una guerra estalla, de un día a otro se convierte en recomendable matar al prójimo, con el pretexto de que pertenece a un grupo humano distinto al propio.

Las guerras se declaran porque se quiere conquistar algo. Que se suprima el beneficio de estas iniciativas y tendremos la paz en la Tierra, excepto para algunos despistados.

Me equivoqué con el poder del cine. La gran ilusión, a pesar de su éxito, no detuvo la segunda guerra mundial. Pero pienso que muchas grandes ilusiones, muchos artículos en los periódicos, libros, manifestaciones, pueden tener su influencia.

El hombre
El acontecimiento que más influyó en los franceses de mi generación fue la primera guerra mundial... En lo que a mí se refiere, aquella guerra me inició en el culto del hombre por sí mismo, del hombre desnudo, desprovisto de su panoplia romántica... Está muy bien eso de la patria, del honor nacional, pero para el que se cuece lentamente en el fondo de una trinchera no puede tener más importancia que un par de zapatos secos.

Creo muy firmemente en las amistades apasionadas y desprovistas de toda implicación sexual.

Mi tema principal era uno de los objetivos hacia los que tiendo desde que hago películas, es decir, la reunión de los hombres.

El tema de la agrupación de los hombres por oficios, o por intereses comunes, me ha perseguido toda la vida y me persigue todavía.

Estamos aún muy lejos de la aceptación por cada individuo del concepto de ciudadano del mundo. La nación es como un edificio que se desmorona, pero le tenemos cariño a ese edificio y lo preferimos a una vivienda más moderna.

No me contento con un mundo que sólo fuera el hábitat de unos individuos sin ningún vínculo entre ellos. El interés de la vida no está en aislarse por miedo a tener que compartir ese tesoro, el yo, el yo absoluto, sino en integrarse, en la importancia de la unidad.

El ambiente que ha hecho de mi lo que soy es el cine. Soy un ciudadano de la cinematografía.

El mundo
De mi padre aprendí que el mundo es un todo, compuesto por piezas que encajan unas en otras... Aquella creencia en la unidad del mundo se traducía en Renoir en el respeto y el amor de todo lo que está vivo... Consideraba que si destruía una hormiga, se destruía tal vez el equilibrio de un gran imperio... Mi fe inconsciente en la clarividencia de Renoir me empuja hacia los seres que el mundo llama “simples”, pero que están en posesión de una pequeña parte de la eterna sabiduría.

En el arte, como en la vida, todo es una cuestión de equilibrio. El problema es mantener al mismo nivel los dos platillos de la balanza.

En todas mis películas me he esforzado en hacer perceptibles los lazos que unen al individuo y su medio. Cuanto más envejecía, más proclamaba esta verdad, tan consoladora, que consiste en creer que el mundo es uno.

Clase obrera
Creía y creo todavía en la clase obrera. Veía en su acceso al poder el antídoto posible a nuestro egoísmo destructor. Ahora, en el hemisferio que el azar me ha colocado, el de las naciones “súper-desarrolladas”, ya no existe clase obrera. Con la prosperidad material, una cierta pureza de espíritu se ha marchitado. Un clavo saca otro clavo. El obrero, al beneficiarse del tipo de vida de los burgueses, se hace burgués. El verdadero proletario se encuentra en los países subdesarrollados.

Soledad
Cada vez hay más hombres desencantados de nuestra civilización en serie que intenta escapar de la manada. Lo soledad es un tema rico porque no existe. El vacío que produce está lleno de fantasmas, los fantasmas de nuestro pasado. Son muy poderosos, lo suficiente como para modelar el presente a su imagen.

Existe una raza de verdaderos solitarios. Son raros. Los que nacen solitarios consiguen aislarse en un mundo completamente fabricado por ellos mismos. La mayoría de los solitarios sólo pertenecen en apariencia a esta categoría. Nacieron para formar parte del mundo que los rodea. Se han hecho solitarios como consecuencia de un acontecimiento generalmente doloroso. Si resisten es, en general, a costa de un drama horrible. El drama del aislamiento es para el artista un episodio de esa tragedia en la que todos somos actores, una tragedia cuya representación sólo termina con la entrada en la eternidad.

Mundo nuevo
Con la llegada de los nuevos medios de comunicación volvemos a la división horizontal, como en la Edad Media, en la que el latín y la religión cristiana unían Occidente. Nuestra religión, ahora, es la entidad bancaria, y nuestro latín, la publicidad. La consigna es el rendimiento que permite producir más. Cuando el mercado mundial está saturado se desencadena una guerra para ganar nuevos clientes. La finalidad de las guerras ya no es la conquista, sino la construcción. Cuando la construcción funciona, todo funciona. Estas construcciones aseguran el pan de la clase obrera que, sin eso, se sublevaría.

Al cabo de algunos años volvemos a los lugares de nuestra juventud y no los reconocemos. Por eso, para nuestra paz espiritual, debemos intentar escapar de la magia de los recuerdos. Nuestra salvación está en hundirnos resueltamente en el infierno del mundo nuevo, del mundo dividido horizontalmente, del mundo útil, del mundo sin pasión, del mundo sin nostalgia... Nunca hemos de separarnos de un ser querido. Después de una ausencia prolongada, es otra persona la que tenemos ante nosotros.