domingo, 13 de enero de 2008

LADY CHATTERLEY


Jonás Trueba ha abierto un blog de cine en Elmundo.es que habrá que seguir a partir de ahora. Su primer texto versa sobre Lady Chatterley, de Pascale Ferran, toda una declaración de intenciones. Esta excelente adaptación de la novela de H. D. Lawrence El amante de Lady Chatterley ha pasado prácticamente desapercibida entre nosotros, aunque los franceses la regalaron con los premios César de su Academia de Cine, y ello sin que hubiese contado con un éxito mayoritario. Como Jonás, también la considero una de las mejores películas en el balance del pasado año.

Pascale Ferran logra transmitir de manera esencial y distanciada lo imperecedero del original literario, el calado revolucionario del sexo y el amor descubiertos. Aunque en la pantalla se sienten los rescoldos del periclitado mundo victoriano, que se escandalizó con la obra de Lawrence, y se avista el horizonte de utopía que el socialismo traía a aquella época fabril, no se trata de una adaptación historicista al uso. Es la forma de devolvérnosla presente lo que nos cautiva de ella.

Los surrealistas podrían descubrirla y celebrarla mañana por su realismo simbólico. Repararían en la custodia de la llave, en la caseta del guarda forestal y en la exploración del bosque, con sus anuncios de tormenta y su lluvia liberadora, y sus amantes entregados en un mundo fuera del mundo, lejos del matrimonio burgués y la procreación, al margen de la propiedad y la herencia, de las clases y la explotación de unas por otras. Si fuera posible, si hubiera surrealistas...

La película de Pascale Ferran tiene la sensualidad y el lirismo del cine mudo de Murnau y entra en esa excelsa lista de adaptaciones cinematográficas a la que pertenecen el Diderot de Rivette (La Religiosa), el Gracq de Delvaux (Cita en Bray), el Fontane de Fassbinder (Effie Briest) o el Kleist de Rohmer (La marquesa de O), por citar algunos ejemplos. Pero tiene algo aún intangible, entre auroral y crepuscular, un recuerdo sorprendido más allá del recuerdo, una gracia que podría ser la del cine después del cine.

Sus personajes ingleses hablando en francés remiten a la convención teatral, mientras que la mirada sobre la naturaleza, los silencios y las elipsis parecen resurgir de la edad de oro del cine silente, de su vanguardia clásica. Por otra parte, los intertítulos y la voz en off, así como los falsos raccords característicos de la nouvelle vague y el cine moderno, sus rupturas del tiempo, adquieren un sentido preciso, como en una especie de neoclasicismo elevado sobre cualquier reacción académica o formalista.

Lady Chatterley depura los dominios de la representación, la identificación y el realismo a partir de un motivo tan escurridizo como es el cuerpo amoroso, indagando en la visibilidad que éste tolera en el cine y en la relación contemporánea entre amor y goce. Una película a partir de la cual reemprender el camino del cine futuro.