El pasado el 30 de julio murieron Ingmar Bergman, a los 89 años, en su casa de la isla de Faarö, y Michelangelo Antonioni, a los 94 años, en su casa de Roma, dos de los más grandes cineastas del siglo XX. El compromiso artístico de ambos cineastas estuvo alerta hasta el último momento. Bergman rompía de vez en cuando su retiro para montar una obra de teatro o dirigir una película, aunque la última, Saraband, en 2003, ya suponía su testamento final. Antonioni siguió rodando a pesar del derrame cerebral que, hace más de veinte años, le dejó irreparables secuelas en el habla y el movimiento. Su última obra fue Il filo pericoloso delle cose, en 2004, un segmento de la película colectiva Eros.
Bergman pertenecía a la cultura de Strindberg e Ibsen y tenía querencia por el psicodrama y el teatro de cámara de atmósfera expresionista. Antonioni procedía del realismo italiano y contribuyó a su renovación desde el corazón del cine neorrealista. Ambos eran cineastas existencialistas, más cerca del nihilismo el sueco que el italiano, debido a la formación marxista de Antonioni, pero tanto uno como otro fallaron la imposible historicidad de sus personajes, unos abocados al vacío de la conciencia, otros náufragos en una realidad deshumanizada. Les interesaba la condición humana, la dificultad de las relaciones humanas auténticas y satisfactorias.
Bergman resultó a la postre menos abstracto que Antonioni: huyendo de la muerte, sus personajes aún podían encontrar instantes de felicidad, siempre ligados a la infancia o la adolescencia, al recuerdo y a la recuperación del pasado, a la fragilidad y sencillez de la vida. Antonioni, en cambio, cuando afirmó su estilo, privilegiaba el éxtasis de las situaciones límite, el abandono, el desarraigo, la ausencia, lo indecible, la alienación, el desierto humano. Bergman era un cineasta del tiempo, del discurrir del tiempo, y por ello la música, como estructura de sus obras y metáfora de la vida, tuvo tanta importancia en su cine. Antonioni, con sus “tiempos muertos”, era el cineasta del espacio, de los espacios desconectados, del desierto urbano. Por su propensión a la arquitectura de los planos, Bergman, en una de las últimas entrevistas que concedió, criticó a Antonioni por “esteta”. Él, el director del gesto y los primeros planos, tenía otra forma de encarar los temas éticos.
Con Fellini, ambos ocuparon la cima del olimpo del cine de autor de su época. Eran artistas dominantes, organizadores de mundos, creadores de sentido, autentificadores de la realidad contra sus engaños y apariencias. Para Bergman hacer cine tenía que ver con la historia de los artesanos anónimos que reconstruyeron la catedral de Chartres en la Edad Media: “Tanto si soy creyente o no, cristiano o pagano, trabajo con todo el mundo para construir una catedral porque soy un artista y un artesano y porque he aprendido a extraer rostros, miembros y cuerpos de la piedra”. Para Antonioni, “hacer una películas es vivir”.
4 comentarios:
Querido Monleón, sólo decirte que no creo que Bergman fuera nihilista en absoluto, como sugieres en tu texto. Me quedo con la parte donde hablas de sus personajes, que encuentran instantes de felicidad, aunque sea en los recuerdos. Pero me parece un error poner a Antonioni a su misma altura, como está haciendo toda la prensa sólo porque hayan muerto el mismo día. En realidad, parece que la familia de Antonioni decidió ocultar unas horas la muerte de éste precisamente para que una noticia no se comiera a la otra... ¿Será que quizá tenían miedo de que la muerte de Bergman ensombreciera la de Antonioni?
Mmmmm, pues yo creo que Bergman sí ha tenido sus etapas nihilistas, aunque también diría que es un director que ha vivido siempre de la duda, sacando todo el jugo de ello, y engrandeciendo de esa manera su legado.
Para mí Bergman siempre ha sido el punto más alto, con una obra inabarcable en calidad y cantidad, con unas películas de las que me siento profundamente cerca, que siento como mías...
Ahora bien, pensando en el cine de autor que se hace hoy día, creo que Antonioni es el que ha tenido una mayor influencia. (Me suena que el propio Godard comentó eso, aunque no precisamente como algo positivo). Y bueno, todos tenemos en la cabeza los mismos autores: Tsai Ming Liang, Hou Hsiao Hsien, Jia Zhang Ke, Naomi Kawase, van Sant, Denis, Bilge Ceylan, o incluso Bela Tarr o, más de refilón, Pedro Costa. Vamos, lo más granado.
Desde ese punto de vista, no me parece descabellado poner a Antonioni a la altura de Bergman.
Un saludo!
El nihilismo es un concepto escurridizo, pero desde un punto de vista filosófico es el punto de partida del pensamiento de Bergman, el hijo de un pastor protestante que niega a Dios, que representa la duda y la angustia del ser, interroga a la razón y encuentra en la intuición del arte una forma de trascendencia. Esto se ve en su obra cuando trata acerca de la figura del artista y su función social, en Noche de circo, El séptimo sello, El rostro, Como en un espejo, La hora del lobo, El huevo de la serpiente o Fanny y Alexander. La forma tan viva y emotiva de asirse a la vida, sobre todo cuando evoca los primeros estadios de ésta que conducen a la explosión de la juventud, sobre la que vuelca tanta melancolía, no está en contradicción con lo anterior, más bien al contrario. Ya decía Godard que el cine de Bergman “es el mundo en el espacio que medía entre dos parpadeos, la tristeza entre dos latidos de corazón, la alegría de vivir entre dos aplausos”.
Antonioni alcanza preocupaciones existenciales relacionadas con las de Bergman, aunque él aún se esfuerza en pretender algún propósito “superior”, llámese la dialéctica de la historia. A veces cuesta creerlo, pero Antonioni entendía que estaba refiriéndose a la lucha de clases, y en Zabriskie Point hay una sicodélica explosión de rebeldía a modo de “Violencia de la Historia”. Jonás, tú parece que le niegas el pan y sal, que es que es lo único que tenían para comer los marineros del Potemkin... Sin embargo, su influencia, tal y como señala Quinn, ha sido más visible que la de Bergman en el cine posterior, hasta nuestros días, lo que no quiere decir más que lo dicho, ni mejor ni peor. Sobre dicha influencia cabe leer el ensayo de Glen Norton Antonioni's Modernist Language.
No aspiré a valorar la obra de Bergman y Antonioni desde un juicio comparativo. La de Bergman es más vasta y fecunda en recursos narrativos, mientras que Antonioni apenas pudo continuar sus brillantes intuiciones estilísticas después de contribuir a la debacle de la MGM con El reportero (¡1975!) y sufrir años más tarde un derrame cerebrar que le dejó prácticamente impedido. Pero los dos murieron el mismo día y ambos representaron el cenit de cine de autor de su época, por eso los relacioné. Y cité también a Fellini, otro de los autores-icono de entonces... Había pensado en escribir mi particular homenaje a los muertos a partir de una cita de éste que se encuentra en el magnífico libro Fellini. Les cuento de mi. Conversaciones con Costanzo Costantini, que tú me descubriste, donde, a propósito de la televisión, habla de la “seducción que nos da oprimir un botón y sentirse los dueños del mundo”. Ahora no me resisto a ponerla: “¿Bergman le ha dado siempre miedo? Bueno, pues aprietan un botón y lo borran. ¿Antonioni los ha puesto siempre en vergüenza? Aprietan el botón y lo liquidan. Es la liberación de toda frustración, la celebración de la venganza colectiva más brutal. Es como si dijeran: Fellini, pero ¿quién te crees? No eres nadie. De hecho, yo te destruyo. Aprieto un botón y ya no existes”.
Al final no puse la cita porque me llevaba por unas veredas que no me permitían la urgencia de la despedida. Y porque a pesar de que la televisión causara estragos irreparables, seguimos viendo buen cine, como bien dices. Yo mismo acababa de ver en DVD De la vida de las marionetas, esa película negra y terrible de Bergman que le produjo la televisión alemana, antes de escribir esas líneas insuficientes que, por lo menos, nos han permitido seguir hablando.
No puedo comentar sobre Bergman porque no conozco con suficiente profundidad toda su filmografia...
Sólo decir que Antonioni para mi era enorme. No creo que sea un verdadero cineasta total tipo Fellini, casi creo que era más un Fotografo que un director de cine (!)pero uno solo de sus instantes/planos SUBLIMES compensa mil veces su etiqueta de "aburrido". ¿Quien puede olvidarse de Monica Vitti despues de ver su trilogía? Qué forma de filmarla!
Si ves sus peliculas en pantalla de cine, el impacto de algunos de sus planos más geniales se te queda grabado en la retina para siempre (en La Notte o El Eclipse hay fotogramas que solo recordarlos se me pone la piel de gallina).
Hace un par de meses volvi a ver en la Filmoteca de BCN "La Notte" de Antonioni, y se sento a mi lado en las primeras filas Tim Burton (habia venido por el festival Sitges). Os prometo que aunque se sabia la pelicula de memoria, lanzaba grandes gritos de exclamacion cada 2 por 3. Literalmente estaba "extasiado" con algunos planos, al borde del orgasmo.
Su influencia en otros directores es brutal y su cine rompio los limites de lo que entonces se consideraba cine para crear pura poesia/ensayo visual.
Pongamos por ejemplo de influencias recientes "In the Mood for Love": 95% de los espectadores medios lo pueden considerar un auténtico "tostón", pero es una peli que tambien ha marcado la tendencia estética de revistas, anuncios y publicidades desde su estreno.
En resumen, Antonioni no era un director TOTAL, pero era UNICO en su especie y ensanchó los límites de su arte.
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